BAR CARESC/ Gregorio Marañon, 29 - OviedoTlfn: 985.25.36.57
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El DiletanteNo es tan difícil disfrutar en esto del comer.
Cuando se conjugan sencillez y honradez se pueden conseguir cotas de satisfacción a las que muchos cocineros querrían llegar, pero que para conseguirlas se meten en laberintos mentales que, al final, no acaban en nada. Lo importante siempre será que en el producto no haya engaños, y que lo que haga el cocinero, más o menos complicado, con técnicas más o menos modernas, esté bien hecho. A estas impresiones tan evidentes, pero que a veces se nos escapan, llegué yo tras visitar este local, que conocimos gracias a Manu.
El Bar Cares, es precisamente eso, un bar. Un bar pequeño, con televisión (de plasma, eso sí) a volumen generoso, con espacio para cuatro o cinco mesas de cuatro comensales, manteles de papel, y vajilla, cubiertos y cristalería “de batalla”, pero en buen estado.
Cuando te entregan la carta, lo primero que tienes que tener claro es que la gran especialidad de la cocina es el pulpo. A parte del pulpo, en la carta hay preparaciones básicas (patatas tres salsas, lacón con cachelos...) y alguna cosuca un pelín diferente (revuelto de ortigas y gulas o provolone a la plancha con cecina).
Nosotros quisimos pedir, aparte del pulpo, chosco con patatas, pero el dueño nos advirtió de que quizá fuera demasiada comida, y, siguiendo su recomendación, acabó en la mesa un
revuelto de morcilla matachana.
El revuelto venía en una presentación original: debajo el huevo, en medio la morcilla, y encima de todo unos pimientos rojos. La mezcla estaba bien conseguida, aunque quizá noté la morcilla demasiado suave y algo falta de sabor. El contrapunto lo ponían los pimientos, aliñados con aceite y un buen vinagre blanco, que realzaban el sabor del conjunto.
Y vamos con la estrella de la noche: el pulpo. Lo ofrecen de dos maneras:
Pulpo a la plancha. La presentación no es la típica en rodajas, sino en tiras longitudinales de más o menos un palmo, a la plancha, acompañado de sal, aceite y pimentón, los tres en su justa medida. Personalmente el regustillo que le deja la plancha al pulpo es algo que me vuelve loco. Gran plato.
Más me gusto el
Pulpito a la plancha. Yo me imaginaba pulpitos de no más de diez centímetros, chiquitinos, como los que alguna vez vi por la costa mediterránea. No es eso. Es un pulpo entero, de más o menos un kilo, presentado de una pieza y también con sal, aceite
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y pimentón, aunque aquí se notaban menos. Lo que más predomina en esta preparación era la jugosidad en los trozos más gordos, con ese punto de textura, ni duro ni blando, que al meterlos en la boca te mostraban el auténtico sabor del pulpo.
Las dos presentaciones de pulpo se acompañaban con una cantidad abundante de patatas de buen tamaño, cocidas enteras y con sabor potente, es decir, unos cachelos. Tan simple que parece increíble que sea tan complicado encontrarlos por ahí.
Mención especial merece el pan. Un pan de hogaza, pan de pueblo, de corteza dura y miga espesa, ideal para mojar y mojar en la salsa de pimentón y aceitín.
La carta de vinos no depara sorpresas, riojas habituales y blancos gallegos (albariños conocidos y unos cuantos de ribeiros y godellos) sin mucho que destacar. Como curiosidad, decir que tienen ese ribeiro en jarra y tacinas blancas, que tanto frecuentaba de chavalete; refrescante y baratín, puede ser una opción.
Como postre casero pedimos una tarta de queso (hecha con la repetidísima receta a base de Philadelphia) bastante normal. También tenían arroz con leche.
Con tres mahous “de espera”, una botella de Godello
(de cuyo nombre no quiero acordarme) y un café, salimos a 20€p/p (la ración de pulpo, en sus dos presentaciones creo recordar que está a 15€).
De remate, y por la cara, chupitos de orujo de café y tostado. El primero estaba golosón, espeso, muy bueno. Pero el segundo era un peligro. Gracias a Dios que quitó la botella, si no aquello acaba en tragedia.
En resumen. Los amantes del pulpo tenemos en Oviedo y alrededores un nuevo templo de obligada visita. Pulpo hecho con sencillez y local que destila honradez. Para salir satisfecho (no como estos
jovenzuelos).